Será tal vez la pregunta que muchos se hacen ahora en Pascua. Nos preparamos durante la Cuaresma, vivimos la Semana Santa, ¿Y ahora qué?
En el Evangelio de San Juan 3:31-36, que se lee el jueves de la segunda semana de Pascua, se nos dicen estas palabras, “el que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra… El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida”.
Ahora, mis queridos hermanos y hermanas, es el momento de comenzar a buscar las cosas del cielo, “si han sido resucitados con Cristo busquen las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios”, Colosenses 3:1.
Pues, si seguimos hablando solo las cosas de la tierra y pensando solo en lo temporal en nuestras vidas, nos perderemos como muchos se han perdido la buena nueva de Cristo Resucitado.
Si seguimos dudando de nuestra identidad como hijos de Dios, ¡porque lo somos!, si seguimos aplicando la misma receta que hasta ahora hemos aplicado a los grandes desafíos de nuestra existencia con los mismos pobres resultados, y por eso muchos se encuentran cansados, frustrados y con muy pocas alegrías, pues entonces la pregunta por sentido común será ¿y ahora qué?
Qué tal si hacemos lo que Pedro hizo cuando sanó al paralítico en Hechos 3:1-10, cuando, en el nombre de Jesucristo Nazareno, le ordenó que se levantara y caminara. Pedro sí tomó en serio ser hijo de Dios y actuó como hijo al realizar el milagro. Vio a alguien que estaba mal y lo sanó con la plena confianza con la que actúa un hijo cuando se siente realmente amado y respaldado por su Padre.
Qué tal si ahora en Pascua ponemos nuestra confianza en Jesús Resucitado y decimos a todo aquello que nos tiene paralizados a la entrada del templo que no necesitamos ni oro ni plata, pues eso no ha podido ni nunca podrá darnos lo que realmente nuestro ser necesita y desea.
Pues somos hijos y tenemos un Reino y tenemos su Gloria y podemos vivir como hijos aquí y ahora, pero debemos querer vivir como hijos en relación con el Padre. Y ese que nos enseña cómo se vive así es aquel que ha visto al Padre y lo conoce, y ese se llama Jesús, nuestro hermano que dio su vida por nosotros, y al cual el Padre ha resucitado porque lo ama, y por Él nos ama también a nosotros, y nos ofrece la gracias de ser sus hijos e hijas con los mismos derechos que el resucitado. Pues lo que le dio a Él también nos lo ha dado a nosotros, su Espíritu, ese mismo espíritu que nosotros hemos recibido en nuestro bautismo.
Jesús, este hermano nuestro, también nos ha dado a María como madre para que como a Él lo crió como hijo nos crie a nosotros y defienda e interceda como una madre lo sabe hacer ante cualquier poder de este mundo.
Qué tal si ahora tú y yo nos atrevemos a entrar con Jesús una relación íntima como no hay otra a través de los sacramentos. Y qué tal si traemos a otros, como por ejemplo a tu pareja para que él o ella viva también como hijo/a de Dios. Qué tal si mostramos a nuestros hijos, hermanos, padres, un modo de vida nuevo, el de resucitados, al perdonarles, al decirles sin dudar que les amamos. Qué tal si dejas de quejarte de la vida y por fin comienzas a vivirla a plenitud, la plenitud de los hijos de Dios.
Pedro, Pablo, María Magdalena, San Francisco, San Romero, San Vicente de Paúl, decidieron aceptar la invitación de la Resurrección y esto transformó sus vidas y las vidas de muchos de nosotros.
Yo sé dónde estás, conozco tus temores, sé de tus heridas, pues yo estuve ahí, de ahí vengo. Pero un día, cuando estaba a la entrada del templo doblado por el temor, la inseguridad y el pecado, pasó por ahí un ser que había decidido creer en el resucitado y me dio lo que tenía, a Jesús el Nazareno. Y ese día, hace muchos, muchos años, me levanté como muchos otros se han levantado y entré al templo, a nuestra querida Santa Madre Iglesia, y comencé a vivir una vida nueva tomado de Jesús y María y comencé a dar Gloria a Dios. Y este me dio a su hijo para hacerme hijo con Él.
El Diácono Eduardo Bernal es coordinador del ministerio hispano de la Vicaría de Charlotte.