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Catholic News Herald

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dominguez2Con el Miércoles de Ceniza hemos dado inicio al tiempo santo de Cuaresma. Me gustaría explicar un poco más a profundidad el sentido de este tiempo para que no nos quedemos con solo la idea de “no comer carne” o “hacer el viacrucis viviente”, pues hay una riqueza más profunda y hermosa que nos puede llevar a la conversión y sobre todo a vivir con plenitud los misterios de Cristo.

La Cuaresma en cuanto tal es un período de tiempo en que la Iglesia nos invita a la reflexión, la conversión espiritual y donde todos nosotros los cristianos nos reunimos en oración y penitencia para preparar el espíritu durante cuarenta días, como lo hizo Jesús y muchas otras personas del pueblo de Israel.

La Cuaresma es un tiempo litúrgico de conversión que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es un tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y cambiar algo de nosotros, o al menos hacer un plan de vida espiritual que nos impulse a una conversión gradual que nos ayude a erradicar un vicio, para ser mejores seres humanos y poder vivir más cerca de Cristo.

En la Cuaresma Cristo nos invita a cambiar de vida, la Iglesia nos invita a vivirla como camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. La Iglesia también nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, a imitarlo, ya que como consecuencia de nuestros pecados nos alejamos de Dios.

La Cuaresma es tiempo de perdón y reconciliación fraterna. El mensaje que el Papa Francisco dio para la Cuaresma en 2016 llevaba como título: “Misericordia quiero y no sacrificios. Las obras de misericordia en el camino jubilar”. “Misericordia quiero y no sacrificios” (Mateo 9 y 13).
Si hablamos de esta Misericordia no hablamos de sacrificio, tenemos un montón de sacrificios, la vida es un sacrificio, pero la misericordia es lo que quiere Dios. Él quiere mirar nuestros corazones, no las apariencias.

El Papa decía: “La Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios”. Hay que aprovechar este tiempo, no para decir “me voy a confesar para ser buen cristiano”, sino para reconciliarme con mi Dios y también con los demás. El Papa continúa: “La Cuaresma pues, es para todos nosotros un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial, gracias a la escucha de la Palabra y las obras de misericordia”.

Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados y visitados.
Hay un compromiso grande por este tiempo. Durante estos 40 días hay que orar para vivir esa comunicación con nuestro Dios. No es orar para hacer como los fariseos, sino orar en la discreción, porque Dios conoce lo que hay dentro de nosotros.

Es un tiempo en que podemos ayunar. El ayuno que Dios quiere, es el que podemos hacer para manifestar el amor de Dios: la caridad. ¿Para qué voy a ayunar si no voy a acercar a los necesitados que han fabricado la sociedad? El ayuno no se hace para decir “no voy a comer carne”. Comer carne no es pecado, el verdadero pecado es cerrar nuestros ojos para no ver las realidades de nuestros hermanos, de este mundo.

Lo mismo sucede con la penitencia o la abstinencia. Estas quieren decir “si tengo todo, voy a renunciar para dar otras personas para que puedan vivir”. Hay que dar a las personas que necesitan. La abstinencia, no es solamente no consumir carne los viernes, sino que puede ser el alcohol, la bebida, el juego, todo lo que es dulce, gaseosas, todo lo que hay para no vivir como la gente quiere. También podemos hacer abstinencia de malas palabras, que dañan a las personas. La mala palabra es hablar mal de mi hermano, también cuando no quiero el bien de mi hermano. Podemos hacer abstinencia del chisme o difamaciones. Podemos hacer el bien a nuestros hermanos.

Queridos hermanos, ya hemos entrado en Cuaresma, debemos dejar que la Palabra de Dios transforme nuestras vidas.

Todos los ejercicios que podemos hacer, como el Vía Crucis, leer la Palabra de Dios, ayunar y la abstinencia, nos ayudan a mejorar nuestra vida de fe, nuestra vida cristiana.

El Padre Julio Dominguez es Vicario Episcopal del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.