diofav 23

Catholic News Herald

Serving Christ and Connecting Catholics in Western North Carolina
Pin It

120823 stluciaLa Iglesia celebra el 13 de diciembre la fiesta de Santa Lucía de Siracusa, mártir cristiana que vivió entre finales del siglo III e inicios del s. IV. Santa Lucía es muy popular y querida por ser intercesora cuando hay problemas de salud vinculados a los ojos o la visión. Desde la Edad Media se le conoce como protectora o patrona de la vista.

De acuerdo a las “Actas de Santa Lucía”, la mártir nació en Siracusa, Sicilia, Italia, en el seno de una familia noble. Sus padres eran conversos al cristianismo y se preocuparon por educarla en la fe. Tras la muerte de su padre, Lucía se acercó al Señor Jesús buscando consuelo y fortaleza para afrontar el dolor que la embargaba.

Dios se convirtió en su protector y ella prometió, en secreto, virginidad perpetua. Eutiquia, su madre, sin saber de la decisión de su hija, la ofreció en matrimonio a un joven pagano.

Eutiquia padecía de hemorragias y Lucía, con el propósito de ganar su favor, le aconsejó que fuese a orar a la tumba de Santa Ágata de Catania para pedir por su curación. Dios escuchó los ruegos de la madre y le devolvió la salud. En señal de gratitud, ella le ofreció a Lucía acceder a cualquier cosa que le pidiera. La joven rogó que no la obligue a casarse, confesándole su deseo de consagrarse a Dios y repartir la fortuna familiar entre los pobres. Eutiquia, segura de cuál era la voluntad de Dios, le otorgó el permiso a su hija.

Al enterarse de esto, el pretendiente de Lucía se enfureció y la denunció ante el procónsul Pascasio, acusándola de ser cristiana. Eran tiempos de la persecución de Diocleciano, y el procónsul llevó a la joven a su presencia; luego la amenazó de muerte a menos que desistiera de su postura. Lucía respondió así a la amenaza: “Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo”.

El procónsul, para apartarla de Dios, ordenó que sea llevada a un prostíbulo, pero ella, sin dar un paso atrás, exclamó: “El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente”.

Los guardias romanos intentaron llevarla a rastras hacia el prostíbulo, pero no pudieron. Lucía parecía haber sido fijada al suelo. Entonces trataron de quemarla y tampoco pudieron. Por último, le sacaron los ojos y le cortaron el cuello. Aun en ese estado, en su agonía, Santa Lucía parecía seguir viendo y, mientras se desvanecía, mostraba una fuerza inusitada para dirigirse a los que estaban presentes y exhortarlos a que se conviertan y sean fieles a Cristo.

La respuesta de Santa Lucía de Siracusa al procónsul produjo ecos importantes en la teología moral siglos más tarde. Santo Tomás de Aquino reconoció la profundidad y fuerza moral de la sentencia: “El cuerpo queda contaminado solamente si el alma consiente”.

Para Santo Tomás estas palabras corresponden con el principio moral de que no hay pecado si no hay consentimiento en el mal. Una persona puede mantenerse pura y santa si no consiente el pecado así sea forzada o violentada; el alma no presenta mancha alguna ante Dios.

Los ojos de Lucía

A Santa Lucía se le suele representar con una bandeja en la mano en la que yacen los ojos que le fueron extraídos. Y es que hay un relato que difiere del anterior, en el que aparece como víctima del acoso de un pretendiente a causa de la belleza de sus ojos. La joven, para liberarse de él, se habría sacado los ojos y se los habría enviado. Dios, en recompensa por su modestia, le devolvió la vista dándole otros ojos aún más bellos.
En la Edad Media, periodo en el que la devoción a Lucía se fortalece, se empezó a pedir su intercesión contra las enfermedades de los ojos y su nombre se vinculó a la palabra “lux”, que en latín quiere decir “luz”. Esto reafirmó aquellos relatos en los que el tirano mandó a los guardias que le sacaran los ojos sin que ella perdiese la visión.

— Condensado de ACI Prensa